De París nos fuimos sin medallas, pero con un buen manojo de anécdotas que vas encontrándote a lo largo que avanzan los combates. Es curioso lo que ves sobre el tatami algunas veces: gestos, acciones, reacciones, mucho judo, pasión, decepción, errores y aciertos… aquí os dejamos, a modo de crónica, lo que vimos y vivimos a pie de pista.





Espectacular el combate entre estos dos judokas. Un amigo me ha comentado muchas veces que para él la técnica de oro solo sirve para que un combate tedioso duré cuatro minutos más. Pero afortunadamente esto no siempre es así. En el enfrentamiento entre el japonés Ono y el georgiano Liparteliani, sirvió para disfrutar de otros cuatro minutos del judo más espectacular del fin de semana, con dos hábiles deportistas que lo dieron todo, sabedores de que en una competición al KO. como ésta, hay que ir a por todas en cada combate, si quieres que haya otro más. Lo dicho, espectacular.

Hablando con Leire nos llama la atención (perdón, le llama a ella la atención…) la camiseta de los entrenadores holandeses, donde se lee “We have to shut up”. Al parecer es su modo de protestar contra la medida de la IJF que les prohíbe dirigir a sus competidores desde la silla. Suponemos que no son los únicos en desacuerdo con la medida, vistos los esfuerzos que tenían que hacer entrenadores como Ronaldo Veitia para dirigir los combates desde la grada. Veremos en qué termina todo esto…

Cuando a Paco Lozano le dije que el que estaba en el centro del tatami arbitrando era Amiran Totikashvili, se hacía cruces de que aquel fuera el campeón del mundo de 1989, en la categoría de -60… con unas incipientes entradas y con aspecto de rodar los noventa kilos, el georgiano es uno de los habituales en las citas europeas, un árbitro buen conocedor de las “triquiñuelas” de los competidores, al que no le tiembla el pulso para indicar sus decisiones, y que aún se mostró ágil a la hora de esquivar a Pinske y a Dafreville en la semifinal, mientras les hacía un “pase de pecho” con la silla, acompañado por el “ole” del publico francés

Hay judokas que te “enamoran”, cada uno tiene sus debilidades, desde Nomura a Inoue, de Tani a Suzuki, de Koga a Yamashita, todos tenemos debilidad por alguna de esas estrellas que caminan sobre los tatamis amarillos del circuito. Yo debo pecar de “promiscuo”, pues cuando sale Muneta disparo fotos para cazar cada gesto; cuando sale Tani (aunque sea al pasillo del pabellón) no puedo evitar pedirle que me conceda una foto, lo mismo que con Suzuki, con Inoue, Nomura… En este Villa, con muchas ausencias japonesas, Uchisiba fue quien me tuvo encandilado todo el sábado. Como me dijo un compañero polaco que estaba junto a mi cazando las genialidades del japonés: es el depredador, el tatami es la jaula, y su rival es la presa, y hasta que no lo cace, no descansará”… sin duda, todo un lujo para los amantes y enamorados del buen judo.

En judo es importante tener un buen kumi-kata… un buen agarre en el que estés cómodo para trabajar, y a poder ser que entorpezca el trabajo del rival. Sin duda el del coreano An lo era, algo bajo si pensamos en el kumi-kata tradicional, pero muy efectivo dado el resultado. Afortunadamente para el mongol Hashbaatar, solo cogió tela.

Hasta Anai se mostró contrariado al ver el hansokumake que le daban a su rival en la final. Biadulin perdió el combate en tres minutos, rehuyendo del japonés, provocando un shido tras otro, y dando lugar a la peor final del Villa de París que he visto en estos últimos siete años. Y eso que el nipon hizo lo imposible por cazarlo, pero el bielorruso prefirió ver la tarjeta roja, antes que irse de bruces contra el tatami… una lástima.

Y ya van cinco. Fred Jossinet, una de las mejores judokas francesas, vuelve a perder una final del Villa de París, y se convierte en la deportista con mayor número de medallas de plata de la historia del torneo. Cuando salió del tatami, levantó la mano derecha y se despidió del público de Bercy. ¿Un adiós por esta edición?, ¿o un adiós definitivo?

Mandar callar. Es un gesto feo. En fútbol se hizo famosa la celebración de un jugador llevándose el dedo a la boca para mandar callar a la afición rival… Este gesto se ve poco en judo, pero está feo… porque el público está para animar, y si hay unos espectadores respetuosos, esos son los que cada febrero se congregan en Bercy, y hacen que un buen torneo, se convierta en un torneo excelente…

Más de lo mismo. Qué gesto más feo… Riner marca ippon a Mikhailin, y lanza un grito de rabia, y luego sigue con los gritos para el resto del público. Algunos de los “ídolos” del judo francés pecan de arrogantes al ganar en París. Es indudable que jaleados por un público incondicional, y sobrexcitados por la victoria, responden a un auditorio volcado con ellos. Pero mientras vemos la inmutable calma con que encajan los triunfos los judokas japoneses, choca ver estas actitudes, que en ocasiones, no responden a una celebración, sino más bien, como en este caso, a la humillación del rival.

¿Donde guardarías una goma del pelo de repuesto para los combates? La francesa Marie Pasquet lo tiene clarísimo: en el cinturón. Nos llamó la atención en el combate ante Denisenkova, pero no pudimos capturar la imagen hasta el siguiente combate con Conway. Curioso…

Poner un DJ en una competición de judo es arriesgado. No estamos hablando de poner música cuando salen los competidores, estamos hablando de divertir al público cuando el judo se detiene, sin quitarle protagonismo. La gente viene a ver judo, y a divertirse, algo que entendió perfectamente el músico que estaba detrás de los platos, jugando con la percusión, y acompañando las pausas de los combates, para mantener al público expectante en todo momento.

Desde hace veinte años, el equipo español siempre había colocado a algún judoka en el podium de París, aunque solo fuera uno, pero siempre estábamos ahí. En esta edición nos hemos quedado sin subir al podium: siempre podemos buscar excusas en que íbamos con el equipo a medias, que Ana perdió la medalla en las “baderitas”, que no había repesca y empezamos con rivales muy duros…pero al final, el hecho es que hemos puesto un “cero” en el medallero, por primera vez en veinte años… da qué pensar.

Osotogabi


 
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